Sus espacios se distribuyen siguiendo los modelos clásicos de la arquitectura ligada al Olivar y a la Ganadería: en torno a dos grandes patios centrales, con abrevaderos, se sitúan el molino, el señorío, la gañanía y los almacenes y cuadras, dibujando un perímetro cerrado, a manera de fortificación amurallada. Con más de 1.500 m2 de edificaciones, dicen los lugareños que es el cortijo más grande de Sierra Morena y “el que más ventanas tiene”. Sus muros de piedra y cal, con cerca de un metro de espesor, sus techos abovedados, sus patios, sus jardines, sus fuentes y arroyos, sus manantiales de cristalinas aguas que desde siglos están brotando, su capilla, etc., hacen de él un lugar privilegiado, el último edén, en donde el tiempo se para y nuestros sentidos se abren al mundo. Fue antiguo asentamiento visigodo, cuyos restos aún perduran, refugio en el pasado de monjes salteadores y escenario de la Guerra Civil Española.
El Cortijo Los Corteses es ejemplo de la arquitectura más tradicional andaluza, vestigio de su pasado agrícola y monumento vivo de su cultura, que ha pervivido gracias al empeño de sus dueños.
Afiliado a la “Asociación de propietarios de casas históricas y singulares”, perteneciente a la U.E. de Asociaciones de Casas Históricas